Estoy en mi cocina preparando un guacamole como tantas veces lo he hecho. De repente, mientras siento el peso del hueso de aguacate en mi mano, es como si el mundo se me iluminara.
Este hueso contiene todo un árbol. Un árbol entero.
Un árbol que, con un poco de tierra adecuada, composta nutritiva, una mezcla suficiente de sol y sombra y obviamente agua, sabe exactamente qué y cómo hacer para sacar una raíz, producir un brote, crecer frondoso y reproducir más aguacates.
Nadie necesita indicarle en qué dirección echar sus raíces. Nadie le tiene que decir que necesita crecer un poco más hacia algún lado para estar más derecho. Nadie necesita tampoco obligarle a que desarrolle más ramas de las que necesita, o sacar ramas en lugares donde el mismo árbol no las tiene planeadas.
“Si creces unos diez centímetros más te daremos una buena calificación” no le dice nadie, porque el árbol es perfecto tal y como es.
Este hueso que tengo en mi mano tiene toda esta sabiduría dentro de él. Básicamente solamente necesita las condiciones apropiadas, luego sabrá exactamente qué hacer para volverse árbol.
Es exactamente lo mismo para nuestros hijos.
Dentro de ellos mismos, tienen naturalmente toda la sabiduría que necesitan para desarrollarse: lo que les gusta, lo que son sus talentos y lo que les interesa. Todo lo que requieren para crecer y volverse adultos sanos.
Todo lo que necesitan son las condiciones apropiadas.
Lo que no necesitan, es ser obligados a crecer según un mismo molde que debe servir “para todos”, en donde constantemente se les tiene que medir y pesar para ver que se desarrollen “como deben”, o sea, de acuerdo con dicho molde.
Ningún árbol se parece a otro, pero cada árbol es único y perfecto en sí.
Ningún niño se parece a otro. Cada niño es único, pero los que no caben dentro del molde son tratados como defectuosos y pueden hasta ser reprobados por un sistema que no reconoce la unicidad de cada ser.
Nos hemos alejado tanto de la naturaleza, que no logramos ver la perfección en cada niño.
Tan alejados estamos de poder reconocer su innata sabiduría.
Todo esto pasa por mi cabeza mientras estoy mirando el hueso de aguacate que estoy por desechar.
Tirar todo un árbol nunca lo volveré a hacer, de un modo indiferente.
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