Mi hijo Teo tiene doce años, y durante dos años ha estado bajo un proceso de desescolarización (unschooling) y educación autodirigida. Tiene Síndrome de Asperger, y según lo que he entendido de las opiniones de otros papás con hijos con SA, “debería de tener un día sumamente estructurado para poder funcionar en la vida”. Nada podría ser más lejos de la realidad.
Cuando Teo, por iniciativa propia, se salió de la estructura bastante rígida que la escuela impone en los niños, y de repente tuvo la libertad de él sólo decidir cómo y para qué quería utilizar su tiempo, entonces, un montón de cosas emocionantes empezaron a suceder.
Al tener esa libertad, por fin pudo empezar a dedicarse a las cosas que más le gustan en la vida, que en su caso son: construir con legos, dibujar, jugar juegos de computadora, leer una cantidad asombrosa de libros, perfeccionar su inglés, ver videos de YouTube donde aprende un montón de cosas que le interesan (últimamente mucho sobre tecnología primitiva), tomando iniciativas creativas basadas en estos videos.
En todas las áreas donde ha enfocado su energía, ha sacado una cantidad enorme de conocimientos, puesto que puede poner todo su tiempo y energía en eso. El resultado es que para su edad, Teo sabe muchísimo de una gran variedad de áreas. Todos los adultos que tienen la oportunidad de convivir con él se sorprenden de sus conocimientos amplios, su pensamiento crítico, su capacidad de reflexionar y su incesante curiosidad.
Ya que yo opino que cada actividad humana conlleva un aprendizaje, no me importa mucho exactamente en qué Teo se enfoca. Es obvio que aprende y que su curiosidad está aumentando. ¿Estará aprendiendo lo que otros niños de su edad aprenden? Pues, con toda certeza: ¡no! Pero, ¿por qué pensamos que los planes de estudio elaborados por adultos pueden garantizar mejor que los niños aprendan lo que necesitan en la vida, que las propias elecciones de los mismos niños? ¡Ah, claro! Porque hemos sido programados para creerlo a través de nuestra propia escolarización.
Pero no estamos conscientes de que exista tal programación y que es nuestra propia experiencia de escolarización la que está detrás de esta manera de pensar, y que ha dado forma a nuestras ideas y creencias acerca de cuáles son las condiciones óptimas para aprender. La programación se ve más o menos así:
- “Siempre debe de haber un experto que motive al niño a que aprenda lo que tiene que aprender, si no, no va a aprender dicho niño lo estipulado.
Los adultos siempre saben más que el niño, y saben exactamente lo que el niño necesita saber en la vida. Por esa razón, los adultos siempre tienen que ser los que decidan el contenido de lo que se tiene que aprender. - Puesto que los niños no pueden aprender solos (“es muy difícil motivarlos”), el aprendizaje tiene que ser supervisado y lo aprendido controlado (exámenes), de preferencia también medido (calificaciones).
- Es sumamente difícil aprender nuevas cosas, y consecuentemente, los niños necesitan tener tarea para practicar mucho, si no, no van a aprender.
- Ya que es tan difícil aprender, el día del niño necesita tener una estructura muy clara (horarios fijos con materias y asignaturas). No puede haber nada de distracciones de ningún tipo, porque eso impide que el aprendizaje tenga lugar.
- Si no están todos estos ingredientes, el niño “no puede desarrollar la disciplina necesaria que se requiere para funcionar como adulto”.
Más o menos así está programada la mayoría de los adultos que yo conozco. Ya que parecen no estar muy conscientes de dicha programación, se complica obviamente que la cuestionen. Escucho comentarios de muchas personas, y casi siempre se escuchan igual: “Pero los niños no pueden aprender si no hay disciplina”, o “Si yo no estoy supervisando a mi hijo no hace absolutamente nada”, o “Si yo dejo a que mis hijos hagan lo que quieran, sólo juegan“.
Cuando un niño va a la escuela, tiene que renunciar a su autonomía y a sus propios intereses en favor de:
- La agenda del maestro y los planes de estudio.
- El hecho de que todos los niños deben aprender lo mismo en el mismo momento.
Si al niño no le interesa la asignatura, o no ve ningún beneficio de ella para su propia vida, o siente que aprende mejor solo, o que va demasiado lento en la escuela, o al contrario, que va demasiado rápido, o que, simplemente, no funciona muy bien en un grupo grande, puede volverse un reto enorme para el maestro motivar al niño a que aprenda lo que estipulan los planes de estudio.
Niños sin motivación son un desafío para cualquier maestro, pero puesto que la realidad del sistema educativo público se ve así, tal vez la creencia de que, “tiene que haber disciplina impuesta por parte del adulto”, no sea tan rara.
El problema es que faltan un par de entendimientos básicos:
- La programación con la cual cargan muchos adultos acerca de cuáles deben de ser las circunstancias óptimas para que aprenda un niño, se basa en cómo funciona el aprendizaje en las escuelas. No significa para nada que esa sea la mejor forma en la que aprenda el ser humano, biológica y neurológicamente hablando.
- Muy por el contrario,los bebés aprenden en general a caminar y a hablar (uno o varios idiomas) sin que ninguno de estos criterios hayan sido cumplidos. ¿Cómo puede ser esto posible, cuando ambas capacidades son consideradas entre las más difíciles para nuestra especie? Mucho más difíciles que aprender a leer y a contar.
Para mi es un misterio que confiemos más en la capacidad de los bebés de aprender, que en la capacidad de los niños más grandes. Pero me imagino que tiene que ver con esa misma programación. Dependiendo de la edad a la que empieza la educación obligatoria, los adultos vamos perdiendo la confianza de que nuestros hijos son más que capaces de aprender sin imposición y control por parte de los adultos.
La consecuencia es que los adultos generalmente creen que las actividades de los niños tienen que ser dirigidas y supervisadas. Si no, el niño no aprenderá nada de “utilidad”. Y la mera definición de lo que es “útil”, la ponemos nosotros los adultos. No creemos que los niños sean capaces, por sí solos, de aprender, sobre todo si no van a la escuela. Por eso, en tantos países la escolarización es obligatoria, ya que “sin escuela, no hay aprendizaje”.
Todo esto conlleva a que los adultos no tengan la capacidad de reconocer cómo se ve cuando un niño está realmente aprendiendo. Y eso puede afectar muy negativamente a todos esos momentos de verdadero aprendizaje, ya que es justo ahí cuando los adultos en general interfieren e interrumpen las actividades de los niños.
Personalmente tengo la gran oportunidad de, no sólo seguir el desarrollo de mi propio hijo desde que empezamos el proceso de desescolarización. Además, dirijo un Centro de Aprendizaje Ágil para niños y jóvenes que se basan en los principios de la educación autodirigida. Esto me ofrece la posibilidad de observar cómo se ve y cómo funciona, cuando niños y jóvenes aprenden por motivación propia, sin interferencias e imposiciones de parte de los adultos.
Cuando un niño es dueño de su propio aprendizaje, suele implicar que a veces brinque de una actividad a otra, otras veces, que se encuentre profundamente enfocado y concentrado, y en otras ocasiones que descanse enfocándose en otra cosa, y así sucesivamente. Como todo depende de todo, y una información no llega nunca separada de otra información (aunque eso puede ser difícil de creer después de años en el mundo escolar, fragmentado en diversas asignaturas), significa que al dirigir su propio aprendizaje, el punto de partida no necesariamente va a coincidir con el punto de llegada.
En general esto se ve como “puro juego”. Y es lo que es. El niño juega, se divierte, disfruta, solo o junto a otros. Y aprende muchísimas cosas que muchos adultos ni pueden percibir por falta de conocimientos acerca de lo que se aprende realmente en el juego libre: creatividad, toma de iniciativas, concentración, determinación, perseverancia, resiliencia, resolución de problemas y de conflictos, socialización, pensamiento crítico y científico, matemáticas y lecto-escritura.
Todo esto, lo observo no sólo en mi hijo, sino en todos los niños que vienen a Explora. Mis colegas observan lo mismo que yo: los niños aprenden una tonelada de cosas, pero bajo formas lúdicas, placenteras y completamente autodirigidas. No hay obligaciones ni imposiciones. Parte de lo que hemos aprendido lo podríamos medir, si quisiéramos, pero no vemos ningún valor en eso. Lo principal es que estos niños están creciendo y desarrollándose en las áreas que han elegido ellos mismos. No estamos ahí para entretenerlos, controlarlos o supervisarlos. Nuestro trabajo consiste en apoyar a cada niño para que pueda ejecutar lo que quiere, sin intervenciones innecesarias. No cabe duda de si “tal vez estén aprendiendo”, es un hecho.
El punto es que, mientras la experiencia propia del niño es que se esté divirtiendo inmensamente al mismo tiempo que aprende un montón, para un adulto puede verse como una situación donde nadie puede aprender nada. “Solamente están jugando“, escucho a muchos decir.
La programación que nos hace creer que es difícil aprender, nos impide percibir que un niño aprende más justo cuando lo que hace es divertido. Nosotros mismos no precisamente disfrutamos de nuestra escolaridad, y erróneamente asociamos aprendizaje con algo aburrido y difícil. El caso es que, se vuelve en general difícil y aburrido cuando no hemos podido elegir la actividad o el área de interés, y/o cuando tenemos que aprender algo para lo cual no estamos todavía listos.
Si estuviera en mis manos reprogramar el entendimiento de los adultos, me encantaría que se viera así:
- Cada persona es experta en lo que necesita saber y aprender en su vida. No importa la edad de la persona. La motivación llega cuando el niño tiene el control de su propio aprendizaje. Tu trabajo como adulto es confiar en la elección de tu hijo.
- Un niño se conoce mejor que cualquier adulto. Sabe lo que le gusta y lo que quiere explorar. Por esa razón siempre debe tener el derecho de decidir qué quiere aprender. Tu trabajo como adulto es confiar en la capacidad de tu hijo.
- Los niños aprenden perfectamente bien solos, y cuando son dueños de su propio aprendizaje no necesitan ninguna motivación externa. Por eso, tú como adulto no necesitas supervisar o controlar el aprendizaje. Tu trabajo como adulto es soltar el control, hacerte a un lado y confiar.
- Es fácil aprender cuando uno tiene ganas, el cerebro está lo suficientemente maduro y cuando existe una necesidad. Por esta razón los niños no necesitan tareas. Practican lo que necesitan mientras están jugando y divirtiéndose. Tu trabajo como adulto es confiar en que tu hijo aprenda lo que necesite en el momento adecuado para él.
- Ya que aprender es fácil, uno necesita dejar que el niño tenga la posibilidad de estructurar su día a su manera: dejar que haga lo que le llama la atención en el momento que elija. Si eso implica que haga una planeación desde la mañana, pues será maravilloso. Pero no tiene que seguir su planeación si surgen otras cosas en el camino, porque así pasa en la vida. O si, por el contrario, prefiere dejar que el día se desarrolle de manera espontánea, ¡es igual de maravilloso! Si el niño elige que haya silencio, música o algo más, eso es completamente irrelevante. Tu trabajo como adulto es confiar en la capacidad de tu hijo de crear las circunstancias más adecuadas para su propio aprendizaje.
- Si no existen todos estos ingredientes, incluyendo los que ha definido Peter Gray, el niño no tendrá acceso a las circunstancias óptimas para aprender lo que necesita. Tu trabajo como adulto es proveerle de eso.
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